Óleo y mixta sobre lienzo, 160 x 115
Esta pintura era oscura. Una autopista de noche, con una incipiente tormenta amenazando y las luces de una ciudad al fondo. Trabajé muchas horas en ella pero el resultado no acababa de gustarme. Quería reflejar las malas sensaciones que tuve en mi última maratón, que corrí en una interminable carretera, con un cielo iluminado por un sol de justicia pero en el que a mí se me empezó a hacer de noche ya por el kilómetro 20.
Me empeñé en el cielo plomizo, en ver el horizonte como si visualizara la meta pero no encontraba el camino, así que, después de tanto correr y pintar a ciegas, me acordé del único pensamiento que guió mis últimos kilómetros y tapé la noche con agua.
Pasé tanto calor, iba tan deshidratada y necesitaba tanto un chute de azúcar que sólo podía pensar en una coca-cola. De trago. Líquido fresquito recorriendo mi garganta. Una coca-cola… A ratos, fantaseaba también con la jarra de cerveza que pensaba beberme en la comida.
Cuando preparo un maratón intento visualizar la meta y me imagino empoderada, vigorosa, cruzando la línea con los brazos el alto y los puños cerrados. Compongo mis historias y luego intento recordarlas el día de la carrera para que las imágenes tiren de mi cabeza cuando las piernas no lo hagan del cuerpo. También, en los últimos kilómetros, repito palabras a modo mantra para ayudarme a mantener la respiración acompasada. Lucas-Nico-Lucas-Nico-Lucas-Nico. Los nombres de mis hijos me acompañan siempre.
Pero en ésta, iba tan deshidratada que sólo podía pensar en líquido… Birra-cola-birra-cola-birra-cola…
Qué cosas. Uno se monta la película y luego el guión cambia sobre la marcha. Menos romántico, menos épico. Terrenal pero efectivo. De noche oscura, a refresco. Lo importante es visualizar y llegar al final del largometraje.
Cuando crucé la meta me bebí…. un Aquarius.
«Unstoppable», Sia
Rosa Balaguer. Art 