Abismo

Acrílico sobre lienzo.  90 x 65 cms. Marzo de 2020

(…) «En total, no serán menos de diez los ciegos atentos al ruido que hará el portón enrejado al ser abierto, a los pasos de los soldados que han de traer las benditas cajas. A su vez, temerosos  de una súbita ceguera que pudiese resultar de la proximidad inmediata de los ciegos que esperaban en el zaguán, los contaminados del ala izquierda no se atreven a salir, pero algunos de ellos atisban por la rendija de la puerta, ansiosos de que les llegue su turno. (…) Fue poco después cuando se oyó el rechinar inconfundible del portón. Excitados, los ciegos, atropellándose, empezaron a moverse hacia donde, por los ruidos de fuera, calculaban que estaba la puerta, pero de súbito, presos de una vaga inquietud que no tendrían tiempo de definir y explicar, se detuvieron y luego confusamente retrocedieron, justo cuando empezaron a oir con nitidez los pasos de los soldados que traían la comida y de la escolta armada que los acampañaba.

(…) La ofuscación producida por la intensa luz del exterior y la transición brusca a la penumbra del zaguán les impidió, en el primer momento, ver al grupo de ciegos. Los vieron luego, inmediatamente. Soltando gritos de terror, tiraron las cajas al suelo y salieron como locos por la puerta afuera. Los dos soldados de escolta, que esperaban en el descansillo, reaccionaron ejemplarmente ante el peligro. Dominando, sólo Dios sabe cómo, el miedo legítimo que sentían, avanzaron hasta el umbral de la puerta y vaciaron sus cargadores. Empezaron los ciegos a caer unos sobre otros, y al caer seguían recibiendo en el cuerpo balas que ya eran un puro despilfarro de munición, fue todo tan increiblemente lento, un cuerpo, otro cuerpo, que parecía que nunca acabarían de caer, como a veces se ve en las películas y en la televisión.

(…) El sargento (…) se dirigió al puesto de mando, tomó el micrófono y (…) dijo, El Ejército lamenta vivamente haberse visto obligado a reprimir por las armas un movimiento sedicioso responsable de una situación de riesgo inminente (…) se advierte como conecuencia que a partir de hoy los internos recogerán la comida fuera del edificio, quedan advertidos que sufrirán las consecuencias de cualquier tentativa de alteración del orden (…). Hizo una pausa, sin saber muy bien cómo tenía que terminar, había olvidado las palabras adecuadas, que las había, sin duda, y no hizo más que repetir, No hemos tenido la culpa, no hemos tenido la culpa.»

Ensayo sobre la ceguera.  José Saramago

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